Al mismo tiempo va dotando al practicante de voluntad y fe inquebrantables en las propias potencialidades, dentro de un marco de humildad y tolerancia.
El Karate Do se transforma en un alegato a la NO violencia y su práctica constante es el camino directo que conduce a su esencia, forjando en su trayecto una mente limpia, un cuerpo sano y un espiritu enriquecido.
Hay que pensar que independientemente de nuestra edad, sexo u ocupación, todos somos en cierta forma guerreros en el campo de batalla de la vida. El que salgamos airosos o no, dependerá de cuanto luchemos por mejorar las cosas a nuestro alcance: La cultura, conocer nuestro mundo, respetar a los demás y a nosotros mismos.